Sistemas alimentarios sostenibles, la clave para acabar con el hambre y la malnutrición

mayo 2018

La comunidad internacional se ha comprometido a erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición para 2030 a través del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Es una meta audaz y ambiciosa y no será fácil alcanzarla, pero estoy convencido de que podemos lograrlo. En la región europea y centroasiática, los países van por el buen camino. La mayoría ha realizado avances considerables en la reducción de la proporción de la población que sufre hambre, pero persisten importantes problemas de seguridad alimentaria y nutrición.

Algunos siguen teniendo dificultades con la llamada triple carga de la malnutrición: desnutrición, deficiencias persistentes de micronutrientes y, a la vez, tasas de obesidad y sobrepeso crecientes. Las deficiencias de micronutrientes y el sobrepeso en niños y adultos se han convertido en dos de las principales preocupaciones en la región, ya que ambas resultan en limitaciones de la capacidad humana y en pérdidas productivas.

Quizá aún más llamativo es el indicador de inseguridad alimentaria moderada o severa que, según la denominada Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, revela que 14,3 millones de adultos en la región aún se consideran gravemente afectados por la inseguridad alimentaria. El hambre y la malnutrición tienen muchas causas interconectadas, lo que hace necesaria una respuesta global. Estos podrían ser algunos de sus cimientos:

En primer lugar, sistemas alimentarios sostenibles. Desde las etapas de producción al consumo, la agricultura y los sistemas alimentarios sostenibles ofrecen seguridad alimentaria y nutrición para todos sin comprometer la capacidad del planeta para seguir produciendo para las generaciones futuras. Vistos los efectos del cambio climático, lograrlos implicará practicar una agricultura, silvicultura y pesca sostenibles, diversificar la producción, y garantizar que la agricultura contribuye tanto a mitigar como a adaptarse al cambio climático. También significa que hay que gestionar los recursos naturales de esta región –incluyendo el agua, los suelos, la biodiversidad, los bosques y unos ecosistemas únicos y frágiles– de forma sostenible.

https://elpais.com/elpais/2018/05/15/planeta_futuro/1526394988_205275.html